Tasas a aparatos receptores: Recientemente he recibido una carta de una agencia gubernamental, cuyas siglas son GEZ y que se corresponde con Gebühreneinzugszentrale, central de recaudación de tasas. El motivo de la carta es recordarme, tras mi reciente empadronamiento en mi ciudad, que en Alemania existe una tasa por cada aparato receptor de telecomunicaciones. Esto es, aquí se paga por cada televisor o radio de que se disponga. No solo en el hogar, puesto que también se paga por la radio del coche, por ejemplo.
Mi opinión personal es que este método es bastante más justo que los impuestos, ya que las tasas gravan un servicio a quienes lo reciben, y los impuestos no otorgan ningún derecho o servicio (ver diferencias detalladas entre tasa e impuesto).
En la línea tradicional alemana de clasificarlo todo hasta el más mínimo detalle, os adjunto la fotografía de la tabla de precios actualizada a 2012. Las tasas son mensuales.
En contra de mis principios acerca de la honestidad recíproca, no voy a pagar tasas por ninguno de los aparatos de que dispongo, que son un monitor con aparato de TDT, la radio del coche y conexión a internet con mi tablet y con el MacBook. Pero sinceramente, no uso ninguno de estos aparatos para ver o escuchar emisoras estatales alemanas (esto no lo había explicado, pero evidentemente las privadas se financian a sí mismas). A diferencia de España, donde me parece un notable avance haber retirado la publicidad de la televisión pública, aquí sigue existiendo, y además existen estas tasas, en mi opinión un tanto elevadas.
Gasolineras: en mi primera estancia como estudiante Erasmus en Alemania, mis padres tuvieron el gran detalle de dejarme llevar el coche familiar para usarlo allí durante los primeros meses, hasta Navidad. Fue un viaje largo, cansado y divertido a la vez, junto con mi hermana. Con el coche allí, una de las primeras experiencias por las que hay que pasar es, obviamente, repostar. Y allá voy yo, entrando en la gasolinera y dispuesto a pagar 20 € al dependiente para que me abra el surtidor, como he acostumbrado a hacer toda mi vida en Madrid. Y el amable señor, extrañado, me dice "pero has repostado ya?" y yo le contesto que no, que iba a pagar antes. Pues bien, en Alemania este es otro asunto de honestidad recíproca: el surtidor está abierto a quien quiera repostar, ya que confían en que después entrarás y pagarás lo que marque. A mi, en Madrid, esto no me ha pasado nunca, excepto cuando hay personal que se encarga del repostaje (algo en vías de extinción).
Esta Navidad comenté este asunto con mi amigo Rober, y el me dijo que eso no le había pasado más que puntualmente, que lo normal es que sea como en Alemania: repostar y pagar, en ese orden. Claro, eso ya me hace pensame si lo realmente fuera de lo normal es vivir en la periferia sur de Madrid, porque debe haber mucho mangante suelto de los de "arranca, Paco, que hoy toca sinpa!".
Relacionado con este punto también hay algo que me gustaría resaltar: como uso todos los días el coche para ir al trabajo, durante el camino estamos pendientes de los precios del combustible, y me llama tremendamente la atención que los precios puedan llegar a oscilar hasta 12 céntimos por litro en un mismo día. Lo más habitual es que el precio sea más caro por las mañanas y más barato por las tardes, sin que estén variando los precios cada hora, pero desde luego es algo muy distinto a lo que siempre he observado en Madrid, donde prefieren las cosas sencillas: el precio siempre está al máximo que fije la ley. Punto. ¿Para qué nos vamos a complicar?
Código y logo de una Coca Cola de 1´25L |
Este método es muy positivo para la concienciación del reciclaje, ya que tras la devolución de un número considerable de botellas, obtenemos un notable descuento en la compra posterior. Y, en el peor de los casos, podemos tirar la botella a una papelera y renunciar a ese depósito, porque siempre habrá alguien que, acuciado por la necesidad, recoja todas las botellas que encuentre y consiga unos eurillos con los que sacar adelante el día. En cualquier caso, la ciudad estará más limpia, y se ahorrarán muchos costes de fabricación de envases si se reciclan la mayoría de ellos.
Semáforos: no, no son muy distintos a los que conocemos. Los códigos de colores son internacionales, así que en eso no los distinguiríamos de los españoles. ¿Que dónde está la peculiaridad? En el modo de avisar del cambio de color. Procedo a explicarme: para los vehículos, el paso de verde a rojo tiene una breve transición por el amarillo, y eso aquí lo hacen igual. Pero aquí, además, se da la transición inversa para el fin del ciclo de parada, el paso de rojo a verde se hace pasando brevemente por el amarillo. No es demasiado importante, ¿verdad? Claro, es que la "peculiaridad" que verdaderamente choca para un español es que esta transición no existe para peatones (ya sé que no hay amarillo, la transición es mediante el parpadeo del verde cuando queda poco tiempo para cerrar el paso). No, aquí son más chulos y pasan del verde al rojo de repente. Cuando no lo conoces, te apresuras a cruzar corriendo porque te sientes "atropellado" antes de terminar de atravesar la calzada. Y bueno, en realidad da tiempo a cruzar sin correr, solo que el cambio repentino indica a los que quieran comenzar a cruzar que no hay tiempo. Sin embargo, si en el cambio a rojo ya te encuentras pasando, no necesitas apurar el paso, se supone que te dan el tiempo necesario.
Mención aparte son los diferentes diseños de muñegotes, pero en esto no hay especiales sorpresas, también he visto distintos diseños por la geografía española, incluyendo hombrecitos animados, contadores de tiempo restante para el cierre del paso, o modernos semáforos de LEDs. En Alemania, el muñeco más famoso es sin duda el Ampelmann, el simpático hombrecito con sombrero del lado oriental de Berlín, que perdura gracias a su imagen turística, aunque estuvo a punto de desaparecer tras la reunificación.